Trabajar con niños: una gran responsabilidad

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Desde hace un tiempo las actividades artísticas-culturales para niños han comenzado a expandirse como enredadera en primavera. El rescate y la creación de nuevos espacios culturales han permitido que la música, la danza, la plástica, el teatro, la literatura, hasta la magia, tengan un lugar donde poder brindarse a modo de talleres para grandes y chicos.

El arte representa el puente entre individuos y culturas, el objetivo de los talleres consiste en promover actividades para el desarrollo del pensamiento y la expresión creativa, y que este sentir pueda ser compartido con otros y para otros.

En esta columna les propongo reflexionar sobre el tema, ya sea desde el lugar de profesor, madre/padre que envía a sus hijos, o alumno. Sería muy hipócrita pensar que por el sólo hecho de pertenecer al ámbito cultural todo lo que se ofrece es de calidad.

En la multiplicidad de opciones que se brindan para niños hay que tener en cuenta que más allá de que se trate de actividades educativas culturales, no dejan de ser un producto que se ofrece a un consumidor. Y como tantos productos destinados a los niños muchas veces caen en el facilismo de pensar que a los chicos se les puede dar cualquier cosa. Mantenerlos entretenidos una hora no implica que les estamos entregando un valor agregado.

Quien propone un taller debe ser respetuoso de la confianza que la familia deposita, además de lo que invierte en tiempo y dinero.

La idoneidad del profesor es fundamental, al igual que la didáctica a la hora de transmitir el conocimiento. No alcanza con ser el mejor en un rubro ni con ser el más piola con los chicos, profesionalismo y personalidad deben amalgamarse en justo equilibrio. Hay personas que no se sienten cómodas trabajando con niños y otras que lo disfrutan plenamente, es importante tener claridad en este aspecto a la hora de decidir emprender una actividad y tener en cuenta que las diferentes edades demandan distintas estrategias de aprendizaje, no es lo mismo un grupo de 3 a 5 años que uno de 7 a 9 años.

El desarrollo de una rutina de taller entre otras cosas genera aprendizajes que van más allá de la disciplina misma, porque el niño interactúa con otros que ya no son sus mismos compañeros de colegio, la socialización entra al ruedo y el profesor a cargo debe poder manejar los tiempos para que logren desarrollar la actividad además de divertirse.

Otra situación que se debe tener en cuenta es el cupo, hay propuestas que no pueden desarrollarse efectivamente con un exceso de chicos porque cada uno merece que el profesor le dedique tiempo. Hay actividades en las que el niño pasa el ochenta por ciento del tiempo esperando su turno para hacer el salto, la media luna o lo que sea. Es tentador tener muchos alumnos o muy difícil decir: “lo siento, no hay más lugar”, pero no debemos perder de vista que estamos trabajando con niños, que son demandantes y necesitan demostrar sus habilidades para fortalecer su autoestima.

La mayor diferencia entre grandes y chicos radica en que el niño toma modelos de sus adultos referentes. Por lo tanto aunque no sea nuestra intención, el niño mira a su profesor como un modelo más de los tantos que inciden en su crecimiento. Sin duda que esto es lo que carga de mayor responsabilidad a una persona que decide trabajar con chicos. El niño es un observador constante, dentro y fuera del lugar, ve si su profe tira un papel en la calle o si su seño cruza un semáforo en rojo, observa cómo nos vestimos, nuestras reacciones, vocabulario, etcétera. El niño ve y escucha más de lo que nos imaginamos. Y si alguna vez expresa: “cuando sea grande quisiera ser como usted, seño”, eso, además de un halago es una responsabilidad mayor porque demuestra que no es sólo nuestra pericia artística lo que aprecia el niño, sino a la persona íntegramente, su modo de ser y actuar.

Hasta las redes sociales deben ser un factor de cuidado, si se acepta tener a alumnos o sus papás como amigos virtuales hay que ser conscientes que estamos bajo su mirada. Y no significa que por trabajar con niños se deba perder la libertad, pero si no se está dispuesto a resignar algunas conductas, habrá que pensar que se puede canalizar la misma actividad en un taller con adultos.

Como papás también debemos ser observadores y saber que así como hay talleres excelentes hay otros que podrían mejorar.

El bienestar de los niños depende de nuestra capacidad como adultos para decidir que es lo mejor para ellos. No siempre es fácil esta tarea por eso es bueno pensar juntos ya que compartimos el mismo amor hacia infancia que ocurre una vez en la vida y no vuelve.

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Analía Juan
Mamá de Mateo, un angelito que la cuida, y de María Celeste y Ana Victoria; gracias a ellas descubrió el camino de la literatura infantil, fue poner un pie y ya no quiso salirse de esa senda. Cree profundamente en el potencial creador de los niños y siente que leerles cuentos y poesías es otra forma de acariciar. Escritora, docente y Coordinadora de Talleres de Literatura para niños y adultos en Jesús María y Colonia Caroya, Córdoba, Argentina. Como Coordinadora de talleres literarios para chicos, ha conseguido que sus alumnos se destaquen, obteniendo en varias oportunidades primeros puestos en concursos nacionales como el destacado Concurso Literario Nacional “¿Quién apaga las estrellas?” del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

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