Caminar, ver vidrieras, soñar que podemos comprar cuanto nos guste, es parte de nuestra imaginación cotidiana.
Algunos nos extasiamos cuando entramos a una librería. Leemos prólogos de libros, sus contratapas, acariciamos ilustraciones, cargamos varios ejemplares y nos dirigimos hacia la caja. Allí nuestro delirio de comprador compulsivo se desmorona cada vez que el código de barras es leído por el scaner y la amable vendedora nos suelta un precio exorbitante. Frecuentemente paso por esa situación, especialmente en la sección de libros infantiles y no hay autoayuda que levante el ánimo cuando los libros van quedando en el mostrador.
Por suerte, hace años, encontré un analgésico que calma los síntomas de este mal, generado por el voraz mercado: las bibliotecas públicas y populares.
Nuestras bibliotecas populares, únicas en el mundo, fueron instauradas por Domingo Faustino Sarmiento, son antiquísimas, por ello suelen tener edificaciones que no llaman mucho la atención.
Cuando hacía visitas guiadas a las escuelas en una biblioteca que está en pleno centro de una ciudad del interior, siempre preguntaba quiénes eran los que entraban por primera vez, y el 90% levantaba la mano. La mayoría no sabía que allí funcionaba una biblioteca, algunos pensaban que era sólo para socios, otros no se animaban a entrar porque les parecía un lugar para determinado sector social.
Lo cierto es que las bibliotecas, aunque no tengan carteles extravagantes ni flechas de neón que indiquen la entrada, están abiertas para todos y tienen un corazón de libros que late sólo cuando éstos van y vienen de unas manos a otras.
Sus anaqueles no están abarrotados de antigüedades como muchos suponen, en ellas podemos encontrar algunas de las novedades editoriales que están en las vidrieras de las afamadas librerías. Muchas han implementado el rincón infantil adaptado a sus pequeños visitantes con almohadones de colores, mesitas, hojas para dibujar y esos hermosos libros que nos cuesta tanto comprar.
Además son espacios de participación y allí, de acuerdo a las posibilidades, se brindan talleres culturales, charlas, presentaciones de libros, proyecciones, debates, etc.
Las Bibliotecas Populares que cuentan con una comisión activa y mantienen su papelería en regla, reciben el apoyo de la CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares). En cambio, las Bibliotecas Públicas necesitan recibir fondos de otros organismos y es indispensable que la comunidad se apropie de esos espacios para garantizar que sigan funcionando.
Seguramente habrá algunas que están en terapia intensiva, pero por el acceso libre a la literatura, merecen ser rescatadas.
Tiene muchas ventajas hacerse amigo de una biblioteca:
- Las cuotas para asociarse suelen ser muy económicas.
- Si llevan un libro y no les gustó, lo cambian por otro y listo.
- La diversidad y cantidad de lecturas sólo depende de nuestros tiempos ya que no hay que pagar por cada ejemplar.
- Es muy grato llevar variedad de libros para disfrutar con los hijos.
- Los chicos pueden elegir los libros que les gusten sin que el presupuesto se los arrebate.
- Además de diarios y revistas, también hay libros en otros idiomas y para no videntes.
- Las devoluciones son cada quince días y es posible renovar los préstamos.
- No hace falta ser socio para entrar y leer, sólo para llevar libros prestados.
- Y si tienen alguna cita, el mejor lugar de encuentro es una biblioteca, porque si los dejan plantados nadie se dará cuenta.
Si en el camino cotidiano se cruzan con una biblioteca, anímense a entrar, son de esos lugares que se ofrecen generosos y dentro de su carcasa de ladrillos guardan una pulpa de exquisitas lecturas para saborear.