La Ley Nacional Nº 26.150 del año 2006 establece su obligatoriedad en todos los niveles y modalidades del sistema educativo. ¿Cómo conversar esos temas que aún hoy nos resultan difíciles de abordar?
La Educación Sexual Integral cuenta con un marco legal y curricular muy potente, que tiene un gran arraigo en nuestras prácticas concretas. Nos orienta en la implementación y puesta en marcha de proyectos e intervenciones en las instituciones escolares y es sumamente valioso como marco, también de algunas pautas de crianza. En este sentido, es importante resaltar el trabajo con las familias para que ellas, a su vez, sean partícipes en este proceso, armando así una cadena de acompañamientos.
Uno de los objetos del Programa Nacional de Educación Sexual Integral (2006) plantea el abordaje de estos contenidos como una obligación: «Asegurar la transmisión de conocimientos pertinentes, precisos, confiables y actualizados sobre distintos aspectos involucrados en la educación sexual integral». Es decir, ni la cigüeña, ni el repollo ni sus versiones más modernas, entran en esta categoría.
Diversas provincias, entre otras: Santa Fe, Entre Ríos, Neuquén, Chaco, Formosa, La Rioja, Misiones, Santa Cruz, Chubut, Corrientes, La Pampa, Río Negro, Tierra del Fuego, Mendoza, Córdoba y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires elaboraron sus propias leyes o resoluciones, en consonancia con los lineamientos de la ley nacional nº 26.150 o bien, directamente redactaron adhesiones a dicha ley.
¿Por qué es una oportunidad para la ternura?
Los escenarios y los modos en que se expresa la sexualidad son múltiples y variados, sin embargo, aún hoy se la sigue vinculando especialmente a lo biológico, a la idea de genitalidad y nos cuesta visibilizar cómo se expresa desde los primeros años de vida, esto les sucede no solo a las familias, sino también a docentes.
Además, suele priorizarse la necesidad de brindar educación sexual para evitar embarazos o enfermedades. Para restringir el contacto, enseñando desde edades tempranas que «nadie te toque», ni siquiera los referentes afectivos cercanos por temor al abuso, o bien, para pensar en modos de intervención frente a situaciones de maltrato infantil. Queda así reducida solo a la necesidad de prevenir situaciones no deseadas con la finalidad de anticipar posibles peligros. Esta concepción está en consonancia con una visión patologizante de la sexualidad, pensada únicamente como situación de riesgo y que deja de lado la dimensión del placer.
Por eso la importancia de revisar esta concepción, enraizada en nuestra historia, para profundizar en una mirada integral, que incluya también lo emocional, lo vincular, lo ético, lo sociológico, lo cultural, lo económico y lo político, entre otros aspectos. Reconocer que nos atañe en los más diversos aspectos de nuestras relaciones y nuestros vínculos.
Es interesante compartir con las familias la idea de sexualidad que refiere a cómo se viven y cuáles son las conductas y las maneras en que realizan y manifiestan las prácticas afectivas, que cada persona asume como propias, siempre influidas por las pautas y reglas sociales que impone cada cultura. «Nos expresamos a través de la sexualidad en cada gesto y acto de la vida desde que nacemos hasta el final» (Presidencia de la Nación, 2012, p. 14).
Ligar la sexualidad a nuestras prácticas afectivas nos permite reconocer diversas manifestaciones que exceden lo biológico y, por otro lado, esta definición pone en valor la incidencia de la cultura en ellas, lejos de ser consideradas naturales o innatas.
Prácticas afectivas que refieren a un abrazo, a un modo de conectarnos, a una mirada, a una caricia, a una conversación. Prácticas que no sean «efectivas». Esas que nos vende el mercado permanentemente y que promueven un resultado, aceleran los tiempos, se concentran en el fin a alcanzar.
Otras leyes que sostienen el trabajo de la ESI en el aula
En nuestro país, durante los años 2003 y 2015, se avanzó enormemente en el marco legal que protege los derechos para poder vivir nuestra sexualidad sin discriminación:
- La Ley Nº 25.673 de Salud Sexual y Reproductiva, del año 2002, crea el Programa Nacional de Salud y Procreación Responsable. Dicho programa reconoce el derecho de las personas a ejercer su orientación sexual con libertad y entre sus objetivos, se propone alcanzar para la población el nivel más elevado de salud sexual y procreación responsable con el fin de que todos puedan adoptar decisiones libres de discriminación, coacciones o violencia.
- La Ley Nº 26.618 de Matrimonio Igualitario, del año 2010, que otorga a las personas homosexuales los mismos derechos que a las heterosexuales para casarse y adoptar.
- La Ley Nº 26.743 de Identidad de Género, del año 2012. Con esta ley pasa a considerarse al colectivo trans ni más ni menos que como sujeto de derecho. Se plantea, entre otras cuestiones, que las personas trans pueden cambiar el nombre, fotografía y sexo de su Documento Nacional de Identidad sin necesidad de ninguna operación y que las obras sociales y prepagas deberán pagar la reasignación de sexo si lo requiere.
De todos modos, y aun reconociendo el avance del marco legal en el ejercicio de estos derechos, es importante reconocer que falta mucho camino por recorrer. Situaciones de discriminación, de violencia, crímenes de odio (como se denomina al asesinato de personas trans), siguen ocurriendo. Es la escuela uno de los ámbitos en los que podemos poner en valor, y desde edades tempranas, el respeto por el modo en que cada persona decide vivir.
Más sobre cómo acceder al libro «Educación Sexual Integral. Una oportunidad para la ternura» de Liliana Maltz en el siguiente enlace.
Sobre la autora
LILIANA MALTZ
Licenciada en Ciencias de la Educación (UBA). Psicóloga social. Diplomada superior y especialista en «Gestión y conducción del sistema educativo y sus instituciones» (FLACSO). Capacitadora en espacios educativos y comunitarios. Capacitadora docente en el área de Inicial y de Educación Sexual Integral en Escuela de Maestros (Escuela de Capacitación Docente) perteneciente al Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Formó parte del equipo asesor de la Dirección General de Educación del Ministerio de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (2003-2007).
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