Esta entrevista fue posible gracias a los deseos e intención de Patricia Di Marco, hija del economista Luis Eugenio Di Marco, de recuperar el trabajo que su padre llevó a cabo durante toda su carrera profesional. Tras conversar con Luis, no solo se pudo recordar y revalorizar su legado, sino también conocerlo en relación con sus afectos y su vida familiar.
Mi agradecimiento a Patricia y a Dora Teresa Stanglino de Di Marco, su esposa.
Cumplía 84 años y se lo veía rodeado de la familia, su esposa Dora y sus tres hijos, entre ellos Patricia, la hija mujer que lo quiere entrañablemente y lo admira. Aunque sonreía poco –quizás por la extraña sensación de ser entrevistado a través de una videollamada en tiempos de pandemia-, demostraba con sus palabras ser un hombre satisfecho por sus logros profesionales y sobre todo, personales: su familia y su forma de transitar por la vida: con pasiones pero con mesura, en unidad con sus seres queridos y con una fe inquebrantable.
Para conversar conmigo, estaba acompañado por Patricia y Dora, quienes también participaron del diálogo que fue fluyendo de a poco, a medida que nos fuimos olvidando que entre las partes, -periodista y entrevistado más acompañantes-, mediaba una pantalla.
A nivel profesional, a él le hubiese gustado que sus teorías económicas y sus planes pudieran aplicarse a la realidad, que a los políticos de turno les hubiera interesado ponerlas en funcionamiento. Ya que con solo imaginar una Argentina que siguiera la doctrina y estrategias de un “Humanismo económico”, tal como llegó a conocerse su propuesta, nace una luz de esperanza entre tanta desigualdad y pobreza que el capitalismo y su lógica de mercado supieron conseguir.
Sin embargo, Luis Eugenio Di Marco, economista, exprofesor de la Universidad Nacional de Córdoba e investigador, padre de Luis Eugenio, Juan Pablo y Patricia; y esposo de Dora, aún sigue creyendo firmemente en sus teorías sobre una economía humana, aunque ya casi no habla tanto del tema, excepto en momentos especiales como el encuentro que tuvimos.
Cuando se sostiene una conversación con él, es notable que se siente a gusto con la familia que construyó junto a Dora, con sus hijos y nietos. Hoy disfruta de ese amor que fue contención de toda una vida.
Para Luis lo más importante son los vínculos afectivos y sostener hasta el final las más profundas convicciones. “Hay que confiar siempre en las ideas de uno si sirven para todos. Yo sigo enamorado y creyendo en las mías hasta el final”, así fueron las palabras de Luis, cuando le pregunté de qué cosas estaba seguro a esta altura de la vida.
El humanismo económico
Luis Eugenio fue profesor de Economía de la Universidad Nacional de Córdoba durante muchos años. Doctor en Economía por la misma casa de altos estudios y también obtuvo el título en la Universidad de California, Berkeley, Estados Unidos.
Un hombre de conceptos claros, que siempre pensó y trabajó para una sociedad igualitaria, un verdadero idealista. Desde los años 70, este catamarqueño por nacimiento y cordobés por adopción, trabajó, investigó y difundió el Humanismo económico, los fundamentos y prácticas de una economía solidaria, basada en la redistribución equitativa de la riqueza, en un sistema democrático sostenido por la equidad social y la eficiencia.
“El plan Esperanza”, la estrategia del Humanismo Económico para la Argentina, uno de los 45 libros que publicó durante toda su vida, explica la forma de implementar una nación solidaria “donde al pobre no le falte y al rico no le sobre”.
El humanismo económico “era el plan de una economía centrada en el hombre, el hombre era concebido como centro de la historia”, contó “Lucho”, como solían decirle en los ambientes catedráticos de la UNC, sobre la idea.
“Cuando presenté el libro Que al rico no le sobre y al pobre no le falte en la Casa de Catamarca, el Doctor Julio Olivera, por entonces rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires, y que había estudiado economía por su cuenta y se había transformado en un eximio economista matemático, pidió la palabra, e hizo una división del historial del pensamiento económico moderno. Habló de los clásicos, del keynesianismo económico con la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) y finalmente me preguntó: ¿Y a esto cómo lo llamamos doctor Di Marco? E inmediatamente él solo se respondió: ¿Qué le parece si le ponemos Humanismo económico?” A mí me encantó, me pareció claro y sintético[i]”, relató Luis.
Aunque ahora resulte muy extraño hablar de humanismo económico, Luis aseguró que “economistas como Adam Smith nunca se olvidaron del hombre, incluso algunos hablaron de un tema que consideraban clave en la economía, que es la distribución de la renta”.
Y continuó: “Lo que pasó es que luego la economía comenzó a hacerse muy mecanicista, se volcó demasiado a las matemáticas. Esto pasó en gran parte durante la década del siglo 20 donde la fuerza de las matemáticas dentro de la economía, por la presencia de la escuela de Chicago, fue muy importante. A partir de las matemáticas todo se fue reduciendo a ecuaciones: había una ecuación para el consumo, otra para la producción, donde lo único que había que hacer era optimizar, con lo cual la economía matemática pasó a ser la economía. Esto fue lo que me trajo al hombre, porque solo la economía matemática era la economía seria.”
Por eso, cuando creó la teoría del Humanismo económico, Luis se preguntó cómo hacemos para meter al hombre dentro de la economía a partir de esas concepciones que ya tomaban tanta fuerza en el mundo.
El Centro de Investigaciones Económicas de Córdoba
Además de ser docente e investigador, fue fundador y director del Centro de Investigaciones Económicas de Córdoba, CIEC, fundación que realizó funciones hasta entrados los años 2000, y que en sus comienzos contó con la activa participación de economistas que desarrollaban sus estudios en la época como Domingo Cavallo, entre otros.
“Fui el fundador de este centro de investigación, luego amigos y colegas se sumaron a investigar y para poder obtener fondos destinados a nuestra investigación, nos tuvimos que constituir como fundación”, comentó Luis.
El CIEC surgió en 1974 luego de que el economista terminara el doctorado en la Universidad de Berkeley, Estados Unidos. “Cuando regresé quería investigar pero como por entonces las universidades estaban intervenidas, era un caos. Por eso me propuse hacer como una universidad al lado de la universidad con ese fin. Con alguna gente amiga formamos el Centro de Investigación Económica de Córdoba para investigar; al principio fuimos alrededor de 15 tipos, algunos exalumnos y compañeros de la Facultad de Economía, entre los cuales estaba Domingo Cavallo”, detalló.
El economista conoció a Domingo Cavallo cuando eran estudiantes del Centro de Estudiantes del Ateneo Universitario de Córdoba, una fuerza universitaria que se oponía a Franja morada.
Al respecto, Lucho contó: “Incluso con el Ateneo junto a Cavallo y Juan Viano, quien luego fue presidente de la Bolsa de Comercio de Córdoba, fuimos mayoría y le ganamos a Franja Morada”.
Con el tiempo, Luis se desvinculó de Cavallo y otros. El CIEC empezó a crecer cuando Luis comenzó a convocar a especialistas y personas interesadas en el Humanismo económico. “Empecé a recibir buenas respuestas. Queríamos sembrar el CIEC para tener una proyección humana y social en toda Argentina. Entonces creamos el CIEC en Chubut y en otras provincias, llegamos a tener 22 CIEC”, recordó.
El Plan de Esperanza
El Plan Esperanza es un plan económico social ideado por Di Marco, donde lo esencial es la distribución del ingreso. “Para eso, por ejemplo, en materia tributaria, proponíamos que los impuestos caigan más sobre la gente de mayores ingresos y hablábamos no sólo de los impuestos indirectos, sino del impuesto directo como el impuesto a la renta neta. En Estados Unidos por ejemplo, el impuesto a la renta neta (la ganancia líquida que te queda en el bolsillo) se puede llevar toda la renta que una persona tiene”. De allí que el humanismo económico propone que los impuestos directos, los impuestos a la renta, deben ser los más importantes del sistema tributario”, explicó.
Dora y la familia como guías y sostén
Gracias al CIEC, a las investigaciones y los congresos realizados en Argentina y distintos lugares del mundo, las ideas del Humanismo económico fueron difundidas en el país y diferentes estados.
“Hasta estuvimos en Rusia, fuimos toda la familia, nos encantaba hacer las cosas juntos, vivir todas las aventuras de la vida”, recordó Dora, la esposa de Luis,-quien se sumó a la entrevista virtual- un pilar fundamental para la familia Di Marco. Mujer que no solo apoyaba a su esposo en las ideas, sino en la gestión y organización de congresos y eventos de diferente tipo.
Dora, quien conoció a Luis siendo maestra, luego, incentivada por él-de acuerdo a su relato-, inició sus estudios de Psicología en la Universidad Nacional, y logró finalizarlos a pesar de las distintas dificultades que se presentaron a lo largo de la vida, incluso criando a tres hijos pequeños.
“Lo importante es que siempre nos apoyamos. Él hizo siempre todo lo posible para que yo estudiara y terminara. Incluso, cuando en un mal momento él se quedó sin trabajo por una serie de inconvenientes que le sucedieron, yo ya era psicóloga, tenía mi consultorio y atendía.”, rememoró Dora y contó que tuvo que “reforzar” el trabajo para seguir adelante, y pudieron sobrepasar el mal momento.
“Entre todos apoyamos a Luis, lo animamos a seguir investigando, con conferencias y demás. Pero fue una etapa en la que él ayudó mucho con los chicos, el hogar, las tareas diarias. Nos preparaba a todos el desayuno, se ocupaba de sus hijos”, reconoció la mujer con afecto, en respecto a aquellos días difíciles.
De esta manera, los ideales, deseos y proyectos de Luis, se fueron moldeando y encauzando junto a los de Dora y la familia que construyeron a lo largo de los años. Una familia contenedora, que estuvo siempre, en las buenas y en las malas.
Momento crítico
“Una de las grandes desilusiones de mi papá fue cuando los economistas que compartían con él las ideas del Centro de Investigaciones Económicas de Córdoba abandonaron los ideales que una vez los habían unido, y se volcaron hacia una economía neoliberalista, con ideas completamente opuestas. Más allá de la decisión personal de cada uno, lo dejaron solo, le cerraron puertas. Él que se las había abierto a ellos, se quedó solo”, recordó su hija Patricia.
Sobre esta situación, le pregunté a Luis qué fue lo que había sentido en ese momento: “Sentí que me traicionaron, me sentí solo”, contestó y se quedó pensando, quizás en un intento por reconstruir su memoria.
Para continuar con el diálogo, me arriesgué a decir que quizás el contexto (Gobierno de Carlos Menem) y el año, 1989, -marcados por neoliberalismo económico, la privatización de las empresas estatales y el avance de un capitalismo de mercado que aumentaba año a año la brecha entre los que más tenían y los que menos tenían-, habían sido factores claves que influyeron en esa desilusión que Luis experimentó a nivel profesional y personal.
Luis contestó: “El egoísmo humano pudo más, pensaban que si se veían beneficiados ellos, estaba todo bien, pero después de dieron cuenta que era peor para todos”.
Mundial del 78
La conversación siguió fluyendo y nos fuimos mucho más atrás en el tiempo. Luis y su familia recordaron que para el Mundial del 78’ en Argentina, el Gobierno había organizado una comisión de expertos, donde él asesoraba sobre economía. “Economía y fútbol” era su tema, y así pudo, junto a su mujer y familia, brindar información, opinar y estar presentes en todos los partidos que jugó la Selección argentina en diferentes lugares del país.
“La pasábamos genial”, aseguró Dora. Luego Luis comentó que siempre veía los partidos junto a los periodistas y agregó: “El mundial le dejó mucho dinero al país, se invirtió pero se ganó mucho, y eso no lo sabe todo el mundo”.
Pasiones y anécdotas
Luis es fanático de San Lorenzo, la pasión por el equipo de fútbol se la transmitió su tío Antonio, cuando tenía solo 9 años. Empezó a ir a la cancha a esa edad, a ver partidos y de allí en más, su predilección por ese equipo lo acompañó toda su vida.
También fue un fanático de la natación, actividad deportiva que hizo siempre, pero además cultivó una faceta artística muy importante que hacía que los integrantes de su familia se sintieran muy a gusto, conectados más aún con su sensibilidad y creatividad.
“Nos escribió poesías, a mí una muy linda, y también compuso una zamba que se titula ‘Nostalgias Catamarqueñas’ que nadie va a olvidar”, destacó Patricia. Hoy, la zamba circula por los smartphones de la familia, para mantenerla viva y escucharla cada tanto.
Luis Eugenio Di Marco, el querido Lucho para los suyos, nos sigue inspirando, continúa haciéndonos pensar en la posibilidad de una sociedad mejor.
Vale la pena recordar sus aportes, su trayectoria personal y el legado que dejó a sus alumnos, seguidores, a quienes leímos sus libros, a quienes comulgamos o no con sus ideas, y a su familia, que fue y sigue siendo su sostén y guía.
[i]Revista Venintitrés, “Estamos ante el fin de un sistema, Entrevista a Eugenio Di Marco, reconocido por su teoría del Humanismo Económico, por Lázaro Llorens, 20 de octubre de 2005.