Las mujeres y la maternidad, el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos y más precisamente el derecho a interrumpir el embarazo cuando éste no es deseado; la despenalización del aborto para evitar la multiplicación de muertes de mujeres que no están en condiciones de abortar con medios seguros por su condición económica, son temas sociales candentes que están actualmente en boca de todos los argentinos; esto no es una novedad.
Lo que sí es muy importante y a nivel personal no deja de sorprenderme, es cómo el debate por la despenalización del aborto nos enriquece como sociedad. Estando de un lado o del otro de la cuestión, resulta interesante haber escuchado muchos argumentos en contra o a favor, para tratar de entender cómo piensan y sienten los que están “a favor de las dos vidas” –como si uno estuviese en contra de la vida- y para explorar más en profundidad porqué es tan necesaria la despenalización del aborto en la Argentina, aunque el Senado haya dado la negativa, y hoy abortar todavía sea un delito en nuestro país.
Vale la pena destacar la revolución que las mujeres del pañuelo verde, apoyadas por compañer@s de los más diversos sectores sociales, lograron hacer en la sociedad: despertar conciencias para que se reconozcan nuestros derechos como mujeres, nuestro derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, derecho al goce, derecho a un mundo más equitativo donde no se nos juzgue y se nos criminalice de por vida, por tomar decisiones trascendentales para nuestra existencia.
Hoy por la mañana, en una cola de un banco, cansada de esperar, me puse a conversar con una mamá que estaba detrás de mí junto a su hijo. La miré y le dije: Muy lindo el nene, ¿cuántos años tiene?
-Tiene 3.
-¿Cómo se llama?
-Luis.
-Ah, Igual que mi papá. Me gusta el nombre.
-¿Vos tenés hijos?
-Sí, una nena de casi 2. Se llama Liz Isabellle.
-Tiene un nombre precioso.
-Gracias. La mía no para, y eso que está en un tratamiento jodido. Está en tratamiento por leucemia, estamos finalizando la tercera fase. Faltan unos largos meses para terminar, pero estamos convencidos de que todo va a estar bien como hasta ahora y que esto va a ser sólo un mal recuerdo para nosotros.
Noté cómo se entristeció su mirada, enseguida se generó entre nosotras una empatía especial. Me contó que con 37 años, tenía 4 varones. El más grande tiene 19 años y el que estaba con ella en ese momento, era el más chico. Llegó a comentarme que amamantó a sus hijo mayor durante 4 años, ¡4 años! Y yo que pensé que había sido una madre bastante dedicada con la lactancia, al darle la teta a mi hija hasta el año y nueve meses. ¡No!, siempre, siempre, hay alguien que se esfuerza más que uno. Primer recordatorio.
Hablamos también de todos los desafíos que implica ser mamá, tanto físicos como emocionales, y coincidimos bastante en varias cosas. Fue catarsis e intercambio femenino en pocos minutos y luego, ¡ups!, así, como quien no quiere la cosa, ella aseguró: “Creo que ser mamá te convierte en mejor persona, y ¡vos pensá que hay quienes quieren abortar y apoyan el aborto!, me da tristeza”.
La mujer supuso que, como habíamos tenido una buena conversación y consensuamos en algunas cuestiones, yo, que había esperado a mi hija durante 8 años, y ahora estaba en un complejo tratamiento que salvaba su vida de una enfermedad mortal, debía estar en contra del aborto de forma contundente. Pero, aquí va el segundo recordatorio: Nunca supongas nada sin indagar las cosas con un poco más de profundidad. Las apariencias son engañosas.
Decidí inmediatamente no confrontar ideas en una conversación que llevaba sólo siete minutos. Me limité a decir: “A veces hay que pensar que quienes deciden abortar, están en su derecho de hacerlo, por múltiples motivos. No todas tenemos ese sentimiento maternal tan profundo que sí puede notarse en vos, y no todas las mujeres desean tener hijos, tanto como lo deseé yo. ¿Somos todos diferentes, no?”
Me sonrío y se quedó pensando. La conversación pudo haber continuado, pero creo que ella decidió respetar lo que le dije y saludarme cálidamente después de que abandonara la cola para ser atendida. Recordatorio número 3: Ser cordial con el otro y respetarlo, es siempre más importante que querer imponer una visión. Además, todo depende del contexto. Tampoco vamos a ir gritando nuestras verdades de forma vehemente por cualquier lugar.
Y bueno, así fue como las palabras se intercambiaron y fueron creando un entramado que permite pensarnos una y otra vez, en nuestra individualidad, pero también en nuestra relación permanente con los otros.
Reflexión final: No sé aún con certeza si la maternidad nos hace mejores personas, tal vez funcione con algunas mujeres, y tal vez con otras no, pero sí estoy segura de cuánto nos enriquece el diálogo y de lo vital que es para nuestras vidas.