Compartir lecturas con los niños es mucho más que contarles una historia para que entren al maravilloso mundo de los cuentos o al arrullo de una poesía, porque siempre hay un bonus track escondido detrás de los libros.
El niño, a diferencia de adulto, tiene una escucha bastante inquieta, su cabecita no se aguanta las ganas de intervenir con alguna acotación y ni bien una pausa se lo permite, dispara su comentario.
En esta ida y vuelta de palabras hay pequeños chispazos de ingenuidad que podemos atesorar como semillas de sonrisas. Las mejores ocurrencias de los chicos las he escuchado en los talleres literarios, y no me refiero a producción de ideas, sino a los comentarios espontáneos que nos hacen bendecir a la niñez. Pero este texto queda insulso si no es sazonado con un ejemplo:
Una tarde estaba leyendo un cuento envuelto en trinos y aroma a campo, en un momento el texto hablaba de un pájaro que estaba intrigado. Uno de los chicos preguntó: “¿Cómo intrigado, que sería eso?” Antes que yo pudiera contestar se adelantó una compañera con una imaginativa respuesta: “Es un pájaro que comió mucho trigo, está intrigado”.
Sólo a un niño se le ocurren estas ideas, son regalitos para el deleite de los adultos.
Otra vez fui yo quien interrumpí la lectura porque intuí que no todos conocían el significado de una palabra. En el cuento se mencionaba a un grupo de porristas, entonces pregunte:
─¿Saben que son las porristas?
Y aquí viene la respuesta de una nena.
─ Sí, son las que venden porros.
A caray, pensé, por qué caminos me llevará esta conversación.
─Mmm… ¿Y vos sabés que son los porros?
─Sí, los esposos de las porras.
Es un privilegio gozar de la ingenuidad de los niños cuando intentan dar significado al vocabulario desconocido. Y aquí tenemos otro aporte de la literatura, que ayuda a incrementar el vocabulario. Los libros son la fuente más importante de nuevas palabras y conocer mayor cantidad de palabras no sólo tiene que ver con la manera en que puede expresarse un niño, también es una herramienta para entender el mundo comunicativo que lo rodea.
No piensen que cuando un pequeño quiere que le lean una y otra vez el mismo libro lo perjudicará en la adquisición de nuevas palabras porque lo que sucede es que cada vez que un niño escucha el cuento está adquiriendo nueva información. La primera vez se centra en la comprensión de la historia, la segunda percibe los detalles y así progresivamente.
Por otra parte, me gustaría hacer una diferenciación entre las actividades escolares para ampliar el vocabulario y la lectura familiar. Probablemente en el colegio los chicos tengan que subrayar las palabras desconocidas y buscarlas en el diccionario. Si en casa intentamos hacer algo por el estilo, o al final decimos: “haber, qué palabras no entendiste”, seguramente nos perderemos de sus chispazos creativos y quizás no logre incorporar el significado porque ya se ha descontextualizado la palabra.
Siempre debemos dejar abierta una puertita diciéndoles: “avísame si hay algo que no entendés”, o “qué pensás que significa tal cosa”. Obviamente que en un grado con treinta alumnos no es viable esta modalidad porque la lectura se vería interrumpida demasiadas veces y se perdería la comprensión integral del texto.
Pero en casa hay privilegios que debemos aprovechar y cuando florezcan estas adorables ocurrencias, no olviden de registrarlas en la memoria porque son esas pequeñas cosas que tienen el mágico poder de hacernos sonreír cada vez que las recordamos aunque haya pasado mucho tiempo.