Llovía con la intensidad de un huracán. La casa, como suele suceder cuando llora tanto el cielo, sonaba al son del agua que golpeaba los vidrios de los ventanales, y del viento que castigaba todo lo que podía. Las calles de la ciudad estaban imposibles de transitar. Recibía fotos por WhatsApp de automóviles y diferentes vehículos atrapados en lugares completamente anegados.
Contemplábamos con mi hija la tormenta furiosa, transcurrió media hora y ella me dijo:- Mami, ahora llueve chiquitito.
Enseguida pensé que iba a llover todo el día por el cielo amenazante y lo que anunciada el pronóstico.
Está por comenzar la temporada de verano para todo el país en Villa Carlos Paz, solo faltan unas horas. Varios teatros restrenaron ya obras del año anterior, por suerte hay algunas propuestas nuevas y lo interesante para el arte local, es que varios elencos están apostando fuerte este verano con obras originales, propias, para adultos, niños y en teatros como los que tiene acceso cualquier otra obra que viene de Buenos Aires, aunque les haya costado conseguirlo. Algo que realmente me alegra como periodista cultural.
La actividad turística comenzó en diciembre y termina de reactivarse con parques y otros servicios, los primeros días enero.
La ciudad debió empezar a trabajar después de este año pandemico, el turismo, primero provincial, llegó, pero la inconsciencia de la gente es alarmante después de lo sufrido, lo vivido y de lo que aún falta afrontar debido al coronavirus.
Fiestas clandestinas, o familiares que reúnen a mucho más de 20 personas. En muy pocos lugares se respeta el distanciamiento social, hay gente que no usa barbijo poniendo en riesgo a los demás y a sí mismos. Se relajan en todos lados: en los balnearios, en las calles, en grandes manifestaciones, por supuesto también en espacios privados. Hace unos pocos días el hospital Sayago amaneció con una cola interminable de jóvenes y adultos que trataban de hacerse un hisopado para Covid-19.
Interrumpí mi pensamiento porque quería escribir sobre mí, mi cabeza me había llevado una vez más a pensar en el contexto inmediato, en el local y el global. Enseguida me toqué el vientre y me percaté que en pocos días llega mi segundo hijo. Tengo prohibido encender la computadora, todo lo lo que escribo lo hago desde el celu, si no escribo, me ahogo.
Trabajo muchísimo durante las temporadas de verano, este inicio de año también será diferente… pero por suerte tengo la capacidad de disfrutar cada momento que me toca vivir y aceptar las circunstancias, eso lo aprendí siendo mamá, junto a mi hija, lo aprendimos todos juntos en casa.
Otra vez pienso en el afuera y me percato que todo el año me sentí como en una novela de Stephen King como Under the Dome, o alguna otra de misterio y de visión apocalíptica. Recuerdo esa cúpula que provoca muertes en un pequeño pueblo y todo el mundo se desespera a medida que van que van perdiendo contacto con el exterior, mientras tanto, muere cada vez más gente.
A medida que el afuera oprimía durante este 2020, o más bien sigue oprimiendo en algunos casos, era necesario encontrar la libertad en cada uno de nosotros para seguir adelante en un mundo que ha cambiado aunque muchos se nieguen a aceptarlo y continúen como si nada hubiera pasado.
Pienso además que como personas, necesitamos en estos tiempos un refuerzo de humanidad que nos ubique en otro estadío espiritual. Ojalá alguien estuviese trabajando en una vacuna que nos salve del egoísmo, que nos convierta en más humanos, que haga que nos volvamos más sensatos, empáticos, menos idólatras de nosotros mismos, menos binarios y más dispuestos al consenso.
El hombre sigue fagocitando al hombre y en momentos difíciles, se parece a un zombi despiadado, ligero para atacar, enajenado, que amenaza la subsistencia de otros.
Para este 2021 deseo más corazón, y que el coraje de los nobles, de los que quieren cambiar el mundo para hacerlo mejor, se multiplique con creces.
Sepan ustedes disculpar este atropello ficcional a pocos minutos de arrancar el 2021.
Sin embargo, a pesar de estas sensaciones, despido este año que para muchos fue cruel, con gratitud por lo bueno e incluso por lo malo que no pudo vencernos y que nos hizo crecer. Celebro el logro alcanzado el 30 de diciembre por la marea verde, que es un aporte significativo de cara a un futuro mejor para los ciudadanos argentinos.
Que este 2021 amemos más, seamos más compasivos y pensemos más en el otro.